escritos

lunes, 15 de octubre de 2007

Sociología y Ciencias Sociales. Tradiciones y Urgencias

Msc Rafael Paz Narváez / CCSS UES

Debo agradecer la invitación que se me ha hecho para que participe en este espacio, en el cual se conmemoran 100 años de presencia de la sociología en El Salvador. Por supuesto que el motivo de nuestro encuentro me mueve a preguntar: ¿Que estamos celebrando? Después de todo, cumplir 100 años no necesariamente puede ser algo bueno. En algunos ciclos vitales, muchos años significa que el fin está proximo, en tanto que en procesos ascendentes, cumplir un año más se considera un logro. Para el caso de las ciencias sociales en El Salvador, y particularmente, en la Universidad de El Salvador, la medida desde la cual podemos abrazar un sentimiento de celebración podría estar en correspondencia con los logros que se han cosechado en el transcurso del último siglo.

Hace algunos años, Inmanuel Wallerstein, mientras era presidente de la Asociación Internacional de Sociología, abogó por la desaparición de fronteras entre sociología y otras ciencias sociales. En el análisis de Wallerstein, la sociología, tanto como otras ciencias, se ha constituido también como la producción y reproducción de conocimientos en tres modalidades principales: en primer lugar, como disciplina intelectual; en segundo lugar, como corporaciones organizadas e institucionalizadas; y en tercer lugar, como comunidades culturales que movilizan tradiciones epistémicas.

Como disciplina, pese a las ambiciones omnicomprensivas, el conjunto de las personas que nos dedicamos a la sociología usualmente defimos un ámbito de estudio, así como enunciamos los principios y diseñamos los recursos que son aptos para producir conocimientos válidos, útiles y eficientes, pero cuando lo hacemos, también delimitamos que aspectos del universo quedan afuera de dicho ámbito, de tal forma que, como sociología, se reduce y se renuncia a producir otros conocimientos posibles, los cuales en su especificidad, quedan a cargo de otras ciencias, como la pedagogía o la psicología clínica, para sólo mencionar al menos dos casos. Wallerstein también afirma que, como disciplina intelectual, la sociología surgió y se fundamentó entre 1880 y 1945.

Como corporaciones organizadas, la sociología tiene una existencia directa en las instituciones de secciones universitarias, llámense facultades, escuelas o departamentos, así como en centros de investigación y en las asociaciones de las personas que profesan el oficio, con las autorizaciones o títulos del caso. De manera similar, se puede afirmar que el surgimiento y consolidación de la sociología como estructura de relaciones sociales también ocurrió entre las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, el sostenimiento de la disciplina se ha convertido en asunto de interés particular para el conglomerado de personas implicadas y dedicadas, lo cual no ha podido evadir el riesgo de derivar en cierta forma de ser conservadores y, ocasionalmente, velar por la institución más que por sus capacidades productivas o por la concreción de intencionalidades problemáticas.

Finalmente, como cultura, es decir como una comunidad activa de personas dedicadas a la producción de conocimientos, la práctica de la sociología se ha mostrado mucho más dinámica, en la medida que las fronteras entre aquello que debe considerarse como ámbito y recursos de la sociología se han venido redefiniendo constantemente. En este juego de conservación y cambio, se han producido debates contra las otras disciplinas, tanto como muchas ocasiones de cooperación y préstamo desde las otras ciencias sociales.

En la medida que la historia de la humanidad efectivamente avanzó hacia la historia de un sólo mundo, se han transformado notablemente aquellas condiciones históricas en las que aparecieron las diferentes disciplinas de las ciencias sociales, de tal manera que en la actualidad han surgido nuevas demandas para la producción de conocimiento, las que apremian cada vez más las fronteras entre una ciencia y otra. Algunas preguntas nos pueden dar pistas hacia este nuevo rumbo: ¿Acaso tiene solución la problemática de las maras? ¿Debemos aceptar el desastre antrópico de la epidemia del VIH-SIDA como algo natural frente a lo que nos quedaremos cruzados de brazos? ¿Se puede, desde una sola disciplina de las ciencias sociales, ofrecer propuestas aplicables y eficientes frente a la problemática general y particular de este nuestro ya un sólo mundo? Se acuñaron los términos de interdisciplinaridad, multidisciplinaridad y finalmente, transdisciplinaridad, pero en definitiva, las prácticas correspondientes no parecen haberse mostrado suficientemente eficaces.

Es un hecho que las fronteras entre las diversas ciencias sociales nunca fueron tan cerradas que no se pudieran atravesar con provecho: Autores de la época clásica como Durkheim o Spencer, son fuente de recursos teóricos y metodológicos tanto para la antropología como para la sociología; Antropólogos como Radcliffe Browne o Malinowski llegaron a constituirse en una fuente fundamental para la vertiente de la sociología funcionalista; En nuestra América, el cubano Fernando Ortiz mostró que los principios de la criminología europea llevan a la etnología en las Antillas; y en El Salvador, para su trabajo como productor de conocimiento, el fundador del Departamento de Ciencias Sociales, Alejandro Dagoberto Marroquín, retomó recursos tanto de la historia como de la antropología y la sociología.

Si acaso se puede proponer que existió un sentido central para el surgimiento y desarrollo de la sociología en el mundo europeo y norteamericano, este puede haber sido el comprender y explicar aquellos problemas y procesos que aparecieron a raíz de la modernidad. En contraposición, en nuestra región, la apropiación y desarrollo de la sociología se ha ocupado sobre todo de aquellos problemas y procesos que permiten explicar cómo y porqué no llegamos a ser sujetos plenos de la modernidad.

Quiénes han estudiado el desarrollo de la sociología en América Latina, proponen considerarla desde tres perspectivas que en definitiva son complemantarias: En la primera línea, de raigambre claramente positivista, se considera que la sociología ha avanzado como ciencia en la medida que ha venido incluyendo un proceder empírico-racionalista en sus investigaciones. Aparece así, de manera similar a la propuesta de los tres estadios planteada por Comte, que la sociología en América Latina avanza en tanto que se realiza cada vez más como a través de etapas en las cuales se puede conocer cada vez mejor l0s procesos sociales, lo que lleva a una investigación empírica con una conducción teórica, alcanzando en cada etapa sucesiva una mayor cientificidad. En general, según los aportes de Germani y otros autores, los períodos o etapas en las cuales se va perfeccionando la producción de conocimientos se han identificado como de antecedentes, de sociología académica o de cátedra, de sociología científica y de sociología crítica.

En la segunda línea de reflexión, especialmente sustentada en la filosofía de la ciencia de Kuhn, se el análisis agrupa en paradigmas los más destacados esfuerzos del pensamiento científico social de América Latina, en las vertientes del desarrollismo, especialmente el que se traza desde la primera CEPAL, la que está conducida por Raúl Presbich, complementada con los estudios de Germani y de Medina Echeverría; En la vertiente del marxismo incluyendo todas sus variántes y modalidades; y el dependentismo, que hasta el momento parece haber representado una de las expresiones cúspides para la reflexión científico social. Cada uno de estas tradiciones trazó un diagnóstico general de la situación de los países de América Latina y de su relación respecto al entorno internacional.

Después, con los fracasos prácticos sucesivos de las propuestas de solución que se derivaron de cada uno de esos núcleos de pensamiento, o en su defecto, a causa de lo limitado de los logros, ha sobrevenido la crisis de las ciencias sociales, apenas atenuada por algunas tradiciones en ciencia política de la transición a la democracia, reflexiones sobre la situación de la mujer y sobre nuestro destino respecto al entorno natural. La crisis se manifiesta especialmente en la incapacidad de producir conocimiento desde el nosotros latinoamericano, y sobre todo en la resistencia futil o la obediencia interesada hacia el modelo de sociedad que desde el norte se proyecta para America Latina.

Por supuesto, no todos los esfuerzos de reflexión y propuesta encajan en los cauces de esas vertientes paradigmáticas, dado que las reflexiones e investigaciones de Ivan Illich, Darcy Ribeiro o el mismo Orlando Fals Borda, se distinguen por carácterísticas muy originales, las que aún no se han articulado plenamente en el quehacer de las ciencias sociales en América Latina. Sin embargo, aunque no deben considerarse exhaustivas, vale decir, que dichas vertientes han sido en su momento, las que han conducido el mayor esfuerzo de conjunto en América Latina.

Sobre la tercera línea de estudio del desarrollo de las ciencias sociales y la sociología de América Latina se puede abrir la polémica, en tanto que para ella la reflexión social siempre ha estado vinculada, de manera intencional u oportuna, a los diferentes intereses de las grandes agrupaciones humanas o de los sectores sociales que pueblan nuestra América.

En el caso particular de El Salvador, los diferentes momentos analíticos que hemos reseñado tienen su expresión y sus representantes, de manera que se puede afirmar que los Datos de sociología (1946), de José Salvador Guandique, representan un esfuerzo de cátedra, en tanto que La interpretación sociológica de la independencia salvadoreña (1964) nunca escondió su inscripción en la agenda crítica marxista, o, para el caso, la encuesta sobre Sexo y juventud (1974) se revela como uno de los primeros trabajos científicos de Segundo Montes.

Entre el rechazo que provoca en algunos sectores y el reconocimiento que suscita en quienes aprecian el legado de Alejandro Dagoberto Marroquin, se sobrepone una obra que expresó la conjugación de las diferentes posibilidades de la ciencia social, para estar en la época, siguiendo y avanzando sobre las últimas reflexiones en cualquiér punto del planeta, produciendo conocimiento crítico, haciendo labor de institucionalización de las ciencias sociales, pero llevando a la par el trabajo que no niega ser político, y sobre todo no niega que se intenta hacer desde las clases explotadas y oprimidas. La obra de Dagoberto Marroquín está a salvo del olvido, pero debe señalarse que en la actualidad no está recibiendo la difusión que, con urgencia, se necesita. Hay que señalar más y decir que la supuesta valoración crítica que se intenta divulgar sobre su personalidad y su obra se caracteriza, de una parte por su parcialidad y de la otra, por la superficialidad de los argumentos que propone. Aquí debemos advertir que se precisa tomar distancia de quiénes presentan a Alejandro Dagoberto Marroquín como el científico social aséptico que probablemente nunca pudo ni quiso ser.

El trabajo integral de Alejandro Dagoberto Marroquín, como fundador del Departamento de Ciencias Sociales de la UES y de la Asociación Salvadoreña de Sociología, tanto como investigador destacado, implicó un esfuerzo que resulta difícil de igualar, al menos si se considera que otras personas debían realizar una producción semejante. Sin embargo, la continuidad institucional intentó seguir cultivando las vertientes abiertas. En la tradición del pensamiento crítico las eventualidades históricas condicionaron que predominara la militancia política más que una amplia producción académica.

En situación de represión por una parte, persecución por la otra, y en momentos en los cuales el pensamiento de mayor consecuencia crítica inevitablemente llevaba al activismo, las ciencias sociales en El Salvador pasaron a una década de sobrevivencia precaria. Sin embargo, hacia el final de la contienda armada y poco después comenzó el despliegue institucional que ha caracterizado los esfuerzos de las ciencias sociales hasta el momento actual. Sin duda, en esto debe reconocerce el mayor esfuerzo de la generación de cientistas sociales que sucedieron al fundador reconocido. La capacidad de mantener la carrera durante los momentos cruciales sin duda exigió un esfuerzo humano rayano en muchos sacrificios, lo que marca de por vida. Pero más allá de ese cerco, se logró captar y abrir nuevas carreras, de manera que en la actualidad se cuenta con una propuesta de formación profesional en sociología, profesorado en ciencias sociales, trabajo social, historia y antropología sociocultural. A estas profesiones debe añadirse, como el logro que revela el carácter de la generación, la apertura de la Maestría en Métodos y Técnicas de Investigación Social, que sin duda rescata la preocupación por el planteamiento riguroso de la investigación científica.

La defensa de la institucionalidad de las ciencias sociales en el país, así como su despliegue posterior ha constituído el mérito mayor. El esfuerzo por trabajar un ámbito de producción de conocimientos desde una disciplina se presenta como una especialización en el planteamiento de una metodología para la investigación social, acuñada en la propuesta de la Lógica del descubrimiento, que no ignora, si no más bien reorienta al conjunto de las metodologías para la ciencia social. Lo que sí falta es recuperar el dinamismo propio de una producción de conocimientos autóctona, para lo cual, inevitablemente se requiere de rupturas con el presente y retorno a vetas olvidadas de las propuestas fundacionales, para desde ahí, asentar las bases sobre las cuales despegue el futuro.

En la actualidad, las ciencias sociales en El Salvador sobreviven en un ambiente árido, en el cual aparentemente la producción no ha cesado, e inclusive parece afianzarse e incrementarse. Sin embargo, en la práctica, se esá renunciando a lo mejor de nuestra tradición, precisamente cuando resulta de mayor urgencia reconocerla, revalorarla y sobre todo, acrecentarla.

En lo que se refiere a la sociología como disciplina científica y humanista, podemos hacer un saldo a favor tomando en cuenta el legado que nos respalda, que aunque breve, se distingue por la calidad de los representantes más reconocidos. Sin embargo, deberíamos preguntarnos, en lo que se refiere a la sociología como corporación institucionalizada, si se tiene la apertura para abrir el debate y evaluar hasta donde realmente estamos facilitando el intercambio y la cooperación interacadémica y, sobre todo, lo que hace falta con urgencia, el compromiso crítico frente a nuestra historia.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio